Trauma y apego

Cuando algo nos causa dolor o limita nuestra vida en el presente, generalmente, buscamos apoyo psicológico, siendo conscientes de que este sufrimiento no lo podemos aliviar por nosotros mismos. La mayoría de las veces este dolor tiene sus raíces en algo que ocurrió muchos años atrás, ya que las heridas del pasado dejan huellas que se reabren en la actualidad por algún acontecimiento que recuerda o activa la herida original.

   Al nacer, somos seres totalmente dependientes y, por tanto, en las etapas iniciales de nuestra vida necesitamos estar vinculados a las personas que ejercen la función cuidadora y protectora, que normalmente son los padres. Y es la calidad de esos vínculos lo que determina los cimientos sobre los que construir el edificio de lo que luego se será como persona.

Si los cimientos son firmes le proporcionarán al niño la fortaleza emocional y la seguridad indispensables para un buen desarrollo emocional. Esto le llevará a tener un concepto de si mismo positivo, a sentirse valido, querido y merecedor de cuidados y protección. Una mamá sana emocionalmente atiende las necesidades naturales del niño, calma su miedo, acude regularmente a la llamada del llanto y le permite recuperar su estado de bienestar y equilibrio interno estableciendo un vínculo de apego seguro. La sintonía existe cuando los cuidadores son sensibles a la naturaleza del niño, a sus necesidades físicas y afectivas, a su ritmo, y están disponibles siempre para él.

Si los cuidados recibidos son negligentes, el abandono o el desencuentro tendrán efectos negativos en su desarrollo. Hay muchas razones por las que los padres no son capaces de vincularse y conectar con sus hijos, que puede acabar haciendo que éstos sientan que no son amados ni deseados. Los efectos pueden ser devastadores; si mamá está deprimida no podrá conectar, si papá está alterado o con miedo no podrá calmarle, si mamá es invasiva no le dejará crecer, si los padres están demasiado heridos no podrán satisfacer las necesidades relacionales del niño y éste buscará a lo largo de la vida otra forma de cubrir esas necesidades y llenar esos vacíos, sin éxito, con ansiolíticos, antidepresivos, conductas compulsivas, alcohol, relaciones tóxicas etc … Cuanto más temprana es la edad a la que un niño experimenta que no se satisface su necesidad de establecer una relación y cuanto más persiste esa experiencia, más perjudiciales son sus efectos para el desarrollo saludable posterior.

Las patologías del desarrollo de la personalidad se originan en nuestras experiencias más tempranas dando lugar al trauma de apego. Algunas creencias postraumáticas parecen formarse en la infancia, cuando el niño es preverbal. Por ejemplo, un niño que ha sufrido abandono de bebé, puede concluir que ”no puedo confiar en la gente” o “no merezco ser querido”. Los recuerdos de experiencias traumáticas se atascan sin digerir en las redes neuronales y se almacenan en el sistema nervioso como si la situación fuera actual y peligrosa, en lugar de los archivos de las experiencias, que ya han pasado y no suponen amenaza actual. Cuando uno se enfrenta a una situación que le recuerda a una experiencia traumática temprana, pueden salir a la superficie emociones y sensaciones físicas intensas y similares a la que experimentamos en el momento del trauma, sintiéndonos como si estuviésemos en peligro, ansiosos, insatisfechos, desvitalizados, tristes o angustiados. Cuando esto sucede, en lugar de ser capaces de afrontar los problemas y a los acontecimientos como adultos, aparecen nuestras emociones y sensaciones infantiles y moldean inconscientemente nuestras reacciones.

¿Por qué no puedo sentirme mejor conmigo mismo? Debería sentirme bien…. no sé por qué continúo haciendo esas cosas… La mayoría de la gente piensa que a pesar de haber tenido una infancia infeliz, aquello ocurrió hace mucho tiempo y debería carecer de efectos en la actualidad. Pero son los ”debería” los que empeoran la situación, porque esos deberes autoimpuestos hacen que las personas se vean y se sientan a sí mismas como fracasadas, añadiendo un sufrimiento adicional.

Estos recuerdos negativos enterrados en la profundidad de nuestras redes neuronales deben ser identificados y procesados en el curso de la terapia. Pero las terapias meramente verbales no son capaces de acceder a las estructuras profundas de la huella traumática. Se necesitan técnicas avanzadas de reprocesamiento neurológico para acceder eficazmente a ellas. Una vez que estos recuerdos se identifican y se procesan, las emociones y sensaciones negativas dejan de presentarse, abriéndonos la posibilidad de vivir centrados en el presente, al disfrute pleno de nuestras relaciones afectivas y sociales y al desarrollo de nuestras capacidades en todas las esferas de la vida.