La ansiedad y el miedo son emociones naturales, que nos ayudan a protegernos de los peligros y se manifiestan, entre otros síntomas, con nerviosismo, palpitaciones, respiración acelerada, aumento de la frecuencia cardiaca, dolor o malestar en el pecho etc.
La necesidad de ser cuidado y valorado es importante; es una parte esencial en cualquier relación. Cuando no hemos tenido la experiencia de ser apreciados por lo que hacemos, decimos, sentimos o pensamos, es más fácil que en nuestros diálogos internos aparezca esa crítica destructiva que dice: no valgo, no puedo, no soy suficiente…
La sensación de pertenencia a un grupo es vital para nuestro desarrollo, necesitamos ser vistos y aceptados como personas dignas de amor. Precisamos la aceptación que provenga de una persona digna de confianza, estable y protectora. Esa mirada incondicional de alguien cercano es un regalo “protector” que facilita la sensación de confianza en uno mismo.
La necesidad de seguridad es básica en cualquier relación humana. Se manifiesta al sentir que, pase lo que pase, voy a ser aceptado incondicionalmente por la otra persona, no solo escuchado.
Dentro de una relación óptima hay un “espacio sagrado” construido entre los participantes, como un refugio en el que nos podemos sentir completamente a salvo, un lugar donde podemos ser realmente auténticos, mostrar quienes somos, sin tapujos, sin temor a que nos falten al respeto, sabiendo que, aunque me exponga o descubra mi fragilidad, la otra persona no me va a rechazar.
La relación con los demás es un proceso innato en el ser humano y a pesar de que esto se dá de forma automática, a veces, no somos capaces de distinguir lo que está pasando a un nivel más profundo dentro de cada relación. Las personas experimentamos necesidades, que están presentes en las relaciones que establecemos con nuestro entorno. De hecho, ninguna relación es posible en ausencia de esas necesidades: si no necesito ni quiero nada de ti, ni tú de mí, entonces, simplemente, no entablaremos una relación.
Cuando algo nos causa dolor o limita nuestra vida en el presente, generalmente, buscamos apoyo psicológico, siendo conscientes de que este sufrimiento no lo podemos aliviar por nosotros mismos. La mayoría de las veces este dolor tiene sus raíces en algo que ocurrió muchos años atrás, ya que las heridas del pasado dejan huellas que se reabren en la actualidad por algún acontecimiento que recuerda o activa la herida original.
Al nacer, somos seres totalmente dependientes y, por tanto, en las etapas iniciales de nuestra vida necesitamos estar vinculados a las personas que ejercen la función cuidadora y protectora, que normalmente son los padres. Y es la calidad de esos vínculos lo que determina los cimientos sobre los que construir el edificio de lo que luego se será como persona.
El trauma psicológico es la herida emocional provocada por una determinada situación o acontecimiento vital que deja registrado en el cerebro y en el cuerpo de la persona una huella duradera, que daña y limita el desarrollo de la persona y el despliegue de sus posibilidades vitales. El trauma es el concepto fundamental sobre el que se organizan las terapias basadas en las nuevas técnicas de reprocesamiento cerebral, como la EMDR y el brainspotting. Estas terapias surgen de la evidencia científica indiscutible de que el dolor emocional se refleja en el cuerpo y es sobre este donde se debe enfocar para superarlo, movilizando los recursos curativos del propio organismo. Como estas son terapias que utilizo cotidianamente con mis pacientes, vamos a revisar brevemente la idea de trauma y sus implicaciones para la sanación de la persona.