El trauma

El trauma psicológico es la herida emocional provocada por una determinada situación o acontecimiento vital que deja registrado en el cerebro y en el cuerpo de la persona una huella duradera, que daña y limita el desarrollo de la persona y el despliegue de sus posibilidades vitales. El trauma es el concepto fundamental sobre el que se organizan las terapias basadas en las nuevas técnicas de reprocesamiento cerebral, como la EMDR y el brainspotting. Estas terapias surgen de la evidencia científica indiscutible de que el dolor emocional se refleja en el cuerpo y es sobre este donde se debe enfocar para superarlo, movilizando los recursos curativos del propio organismo. Como estas son terapias que utilizo cotidianamente con mis pacientes, vamos a revisar brevemente la idea de trauma y sus implicaciones para la sanación de la persona.

Lo primero que es necesario saber sobre el trauma es que su curación es posible y se facilita enormemente con una orientación terapéutica profesional eficaz. Afortunadamente, el cerebro posee mecanismos naturales de auto-curación, al igual que otros órganos vitales, capacidad innata que puede compararse a la de cicatrización de las heridas o la curación de las infecciones. Pero al igual que ocurre con estas, no siempre las defensas naturales del organismo bastan para alcanzar la curación, sino que se necesita ayuda externa adicional dirigida adecuadamente.

El traumaEl trauma, en el marco de la Psicología no es solamente la herida psicológica asociada a sucesos de gran impacto emocional, como accidentes graves, catástrofes, guerras, asaltos, abusos, etc., sino también a hechos aparentemente de menor importancia, como la desprotección, la humillación, el abandono o la falta de afecto en la infancia. La magnitud e importancia de la causa que lo produce no es determinante del grado de daño que resulta del trauma. Causas graves o menos graves pueden ser igual de dañinas, porque sus consecuencias van a depender de las relaciones y el tipo de apego emocional de la persona, el momento en que se produce y su reiteración o no en el tiempo.

Tras el trauma, el mundo se vive con un sistema nervioso alterado. Ahora la energía del superviviente se centra en eliminar el caos interno, en detrimento de vivir espontáneamente su vida. Estos intentos por controlar unas reacciones fisiológicas insoportables pueden dar como resultado toda una serie de síndromes físicos como la fibromialgia, la fatiga crónica y otras enfermedades autoinmunes y, a nivel psicológico, dificultades en la regulación emocional, depresiones, de sueño, de concentración, fobias, etc. Ello explica por qué es crítico que el tratamiento de los traumas englobe todo el organismo: el cuerpo, la mente y el cerebro.

El trauma no se expresa solamente como una huida, sino también como una desconexión y una incapacidad para conectar con el presente. Para superar el trauma, uno de los pasos fundamentales consiste en digerir los recuerdos del pasado sin que nos abrumen e interfieran en nuestro presente.

Las personas traumatizadas se sienten crónicamente inseguras dentro de su cuerpo: el pasado está vivo en forma de incomodidad interior constante. Su cuerpo se ve continuamente bombardeado por señales de alarme viscerales y en un intento de controlar estos procesos, suelen volverse expertos en ignorar sus instintos, adormecer la consciencia de lo que está pasando en su interior y aprender a esconderse de si mismos, buscando autoprotección. Las personas que no pueden sentir cómodamente lo que les sucede por dentro se vuelven vulnerables ante cualquier cambio sensorial, ya sea desconectándose o con ataques de pánico: desarrollan el miedo al propio miedo.

Sabemos que estos síntomas de pánico se mantienen en gran parte porque el individuo desarrolla un miedo a las sensaciones corporales asociadas con los ataques de pánico. El ataque puede desencadenarse por algo que la persona sabe que es irracional, pero el miedo a las sensaciones hace que escalen hasta una situación de emergencia en todo el cuerpo. La experiencia de miedo se deriva de la respuesta primitiva de amenaza, donde la huida queda de algún modo frustrada.  La persona se convierte en rehén del miedo hasta que esta experiencia visceral cambia. El precio de ignorar o distorsionar los mensajes del cuerpo es ser incapaz de detectar qué es lo realmente peligroso para nosotros, así como qué es seguro o fortalecedor. Esta pérdida de regulación interna de las sensaciones hace que tengamos que depender de la regulación exterior, por ejemplo, con medicación, drogas como el alcohol o con el cumplimiento compulsivo de los deseos de los demás.

Muchos pacientes no responden al estrés reconociéndolo y nombrándolo, sino desarrollando cefaleas con migrañas, trastornos digestivos, dificultades de sueño, adicción al trabajo, obsesiones, conductas compulsivas, ansiedad generalizada, etc. Los niños y adultos traumatizados presentan muchos síntomas somáticos para los que no se encuentra ninguna base física clara. Pueden incluir dolores crónicos de espalda y de nuca, fibromialgia, síndrome de intestino irritable y ciertas formas de asma.

Las víctimas de traumas no pueden recuperarse hasta que se familiarizan y aceptan las sensaciones de su cuerpo y de la historia enterrada que contienen.