Desamparo y COVID-19

La repentina aparición de la pandemia COVID-19 ha desatado a lo largo del mundo un escenario de amenaza, incertidumbre y desamparo que ha sacudido la vida de millones de personas, revelando de manera indiscutible la radical vulnerabilidad del ser humano. La crisis continúa con nosotros y será un largo proceso, con consecuencias graves de salud, sociales y económicas, repercutiendo en nuestra forma de vida y en nuestro estado emocional.

Las emociones son como un puente que nos comunica con los otros. Si estamos desconectados de nuestras emociones nos va a resultar más difícil conectar con los demás.

Nos va a ayudar tomar consciencia qué emociones despierta en nosotros esta situación que estamos viviendo: miedo, tristeza, rabia, etc, ello nos informa de qué necesidad debemos atender.

Si tengo miedo puede que necesite protección, si tengo rabia puede que necesite ser escuchado, si tengo tristeza puedo necesitar consuelo, etc.

Las emociones necesitan ser expresadas y compartidas; suprimir nuestras emociones e intentar ocultarlas, supone un alto coste para nuestro cerebro, ya que la energía que no descargamos se va a quedar atrapada en nuestro cuerpo. Se trata de no negar las emociones sino de ver que hago con ellas cuando las siento.

Nuestras emociones ocultas son como una herida escondida que no está curada y, cuando la tocamos, nos produce dolor. Si la localizo y busco cómo curarla, viene la calma. La cuestión principal de las emociones no es pararlas, sino cómo calmar y satisfacer la necesidad que hay detrás.

En cada familia hay ciertas emociones cuya expresión está más aceptada que otras. Por ejemplo, en algunas está prohibido el enfado, en otras te exigen dejar de llorar porque se supone que hay que ser siempre fuertes….Si esas emociones no son vistas y aceptadas por los adultos como algo natural y necesario, nos quedamos solos ante el dolor y desconectados de las personas de nuestro entorno.

A menudo, en nuestra infancia no tuvimos el acogimiento que hubiéramos necesitado en aquellos momentos en que fuimos dañados y nos sentimos desamparados. Si después de haber vivido esta experiencia dolorosa hubiéramos tenido un buen cuidado amoroso, apoyo, escucha atenta, protección, esa experiencia difícil se habría podido reparar.

Esta situación actual, tan impactante y dolorosa, donde no podemos predecir ni evitar lo que está ocurriendo, fácilmente puede despertar y activar estas heridas del pasado, haciendo que las emociones se desborden e impidiendo afrontar el presente de manera más serena. Pueden surgir en forma de ansiedad, pánico, irritabilidad, tristeza, temblores, pesadillas, trastornos del sueño, ansiedad, etc.

Para escapar a este malestar, a veces, intentamos reducirlo con falsos calmantes como los abusos de alcohol, comida o medicamentos. Estas falsas salidas, que provocan daños adicionales sin resolver ningún problema, solo pueden ser evitadas si aprendemos a cuidarnos, como seres únicos y especiales que somos. Permitir y aceptar que las emociones surjan y afrontarlas con el apoyo de una relación sintónica y empática, donde nos sintamos amados, seguros, escuchados, validados, respetados y comprendidos, nos ayudará a regularnos.

Si aún así nuestro malestar persiste y nos impide llevar una vida agradable sería recomendable buscan a un terapeuta que nos ayude y acompañe a sanar esas heridas.

ANA ALONSO GONZALEZ