La importancia del enfado
El enfado es una emoción que surge en nuestro interior cuando no nos sentimos respetados. Nos da fuerza para defendernos cuando algo o alguien nos perjudica en algún aspecto y nos ayuda a protegernos, a poner límites, a decir no, a luchar por lo que queremos, a pedir algo que es importante para nosotros y a autoafirmarnos. Pero el enfado, para poder cumplir esta función protectora, debe ser expresado con serenidad, firmeza y efectividad.
En el proceso educativo a menudo se nos ha inculcado que la rabia es algo pernicioso y se nos han propuesto modelos que rechazan sin matices la expresión del enfado y la rabia, asociándolos con la agresión o la violencia. De esta manera, la expresión del enfado puede resultar reprimida por diversos condicionamientos procedentes de la experiencia infantil y de la educación. Este tipo de educación a menudo ignora que la rabia necesita ser escuchada y tomada en serio.
Cuando se reprime la expresión de esta emoción natural y necesaria, ésta puede resultar dañina para la propia persona. A menudo se encuentra este daño en el origen de la depresión y de diversas somatizaciones: migrañas, hipertensión, úlcera y otras. A veces, la presión interna de la persona sometida a este control del enfado le provoca explosiones de ira incontroladas, de las que la persona se avergüenza posteriormente, creándole un sentimiento de culpa que refuerza la represión del enfado. Este círculo vicioso tiende a sustituir la rabia por algún comportamiento compulsivo: bebida, juego, vigorexia, trastornos alimentarios, procrastinación, compras compulsivas.
En otros casos se da también el descontrol de la rabia produciendo comportamientos agresivos, intimidatorios e incluso violentos. Naturalmente, estos comportamientos introducen un deterioro en las relaciones que a la larga resulta perjudicial para la persona y su entorno. Otras formas de manifestación del enfado no saludable son la hostilidad, la intolerancia, el silencio vengativo, la pasividad y otras.
Formas de gestión del enfado
Para manejar el enfado y hacer que este cumpla su función adaptativa lo primero que se necesita es ser consciente de él. Una vez que somos conscientes de cuándo y en qué situaciones nos enfadamos, sabremos qué hay detrás y cuáles son las causas del enfado: me siento no respetado, me siento no visto o no escuchado o no valorado porque, como todas las personas, necesitamos sentirnos queridos, valorados, vistos y escuchados y si no se cubren estas necesidades el enfado avisa y señala una situación en la que algo no va bien.
Cuando nos enfadamos se produce en el organismo una descarga de adrenalina en sangre que nos llena de tensión y ganas de actuar. El cuerpo se prepara para la acción y para resolver la situación que nos resulta dañina. Es en este momento cuando mayor es la necesidad de autorregulación del estado emocional, para evitar que la tensión se desborde y acabe en explosiones dañinas para la propia persona.
Somos responsables de nuestra rabia y nadie es culpable de la misma. Por lo tanto, es importante que a la hora de expresar el enfado lo hagamos desde el “yo” y no desde el “tú”, es decir, “esto que has hecho me ha enfadado ”en lugar de “tú me enfadaste”.
La rabia es destructiva cuando no sabemos cómo resolverla. Si nos dejamos arrastrar por ella de manera impulsiva, nos hacemos daño a nosotros mismos y a los demás. Por otra parte, si la reprimimos quedará en nuestro interior, creciendo con el tiempo, con efectos muy perjudiciales a largo plazo para nuestra salud física y psíquica. Por esto es esencial descubrir de dónde viene y por qué la sentimos. Puede ser la activación de una herida del pasado que se despierta ante un estímulo del presente. Si examinamos nuestra rabia, descubriremos dónde debemos centrar nuestra atención para fortalecernos, para asumir el fracaso, para aprender a aceptarnos a nosotros mismos y no poner permanentemente el foco del origen de nuestra rabia en los demás.
Sin una adecuada gestión del enfado es difícil disfrutar de una autoestima aceptable y sentirnos seguros, Sin tener protegido nuestro espacio no es fácil que se atiendan nuestras necesidades, que podamos autoafirmarnos y ser nosotros mismos.
ANA ALONSO GONZALEZ